Vivir Como Soñamos | Rosen > Columnas > Habitar el tiempo: diseño emocional y funcional para la madurez
En el campo del diseño interior, cada etapa vital representa un nuevo desafío proyectual. El habitar no es estático; evoluciona con nosotros, integrando biografía, sensibilidad y nuevas prioridades.
Desde esa perspectiva, la selección que realicé para la colección Mundo Interior 2025 de Rosen busca acompañar a las parejas adultas mayores en esa transición hacia un habitar más consciente, donde lo funcional dialoga con lo emocional, y el hogar se transforme en un lugar de bienestar y goce. Con ambientes para recibir y disfrutar a hijos y nietos; para que cada uno goce sus hobbies; y también para esas parejas adultas que decidieron ser solo los dos. Acá mi elección para todos ellos.
1. Sofá Berna: un arquetipo resignificado
El sofá Berna retoma la silueta del Chesterfield tradicional -símbolo histórico de elegancia aristocrática- pero lo actualiza mediante una reinterpretación liviana, pensada para entornos contemporáneos. El uso de cuero natural no solo aporta durabilidad y nobleza, sino que también contribuye a una experiencia táctil que remite a lo genuino y atemporal. Esta pieza no es solo un asiento: es un dispositivo relacional, un punto de reunión intergeneracional que incorpora memoria y presencia.
2. Poltrona Montok: el valor del habitar introspectivo
El diseño de la poltrona Montok responde a una necesidad muchas veces subestimada en el diseño residencial: la del espacio individual dentro del espacio compartido. Se trata de un elemento que permite configurar microambientes de contemplación, lectura o pausa. Su geometría envolvente y su presencia equilibrada permiten insertarla en múltiples contextos sin desarticular la narrativa visual del entorno. Es una pieza que valida el “estar”, sin necesidad de producir o rendir.
3. Mesa de centro Denver: intervención mínima, impacto máximo
La mesa de centro Denver representa la capacidad del diseño para actuar como catalizador de transformación espacial sin requerir grandes intervenciones. Con líneas orgánicas y materiales que evocan el trabajo artesanal, esta pieza se posiciona como un elemento articulador: redefine flujos, matiza estilos y aporta frescura sin desanclarse del lenguaje formal del resto del mobiliario. En términos semióticos, opera como signo de renovación contenida.
Esta curaduría busca proyectar espacios que no solo cumplan una función operativa, sino que expresen una ética del cuidado. Diseñar para esta etapa vital no es estetizar la vejez, sino entender el valor que tiene el confort, la memoria material y la belleza serena. En un momento donde el hogar se resignifica como núcleo de identidad, el mobiliario debe estar a la altura: sensible, durable, bello y profundamente humano.

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