Discutir si los animales tienen o no emociones ya no es necesario. Así lo ha demostrado la ciencia y la evidencia.
Como resultado de la domesticación, los animales han desarrollado habilidades que les permiten comunicarse de una forma más precisa y efectiva con nosotros y, paralelamente, como resultado de un proceso evolutivo en sintonía entre el ser humano y los animales domésticos, nosotros también hemos aprendido a entenderlos y empatizar con ellos, aunque, en ocasiones, esa capacidad parece ser insuficiente.
La alfabetización emocional ha sido definida como el proceso educativo continuo y permanente que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable al desarrollo cognitivo, constituyendo ambos, los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral.
¿Podemos decir que los animales también tienen personalidad? ¡Claro que sí! Son sujetos únicos a los que podemos clasificar, entre otras cosas, de acuerdo con la forma como se desenvuelven en sus entornos. Ahora, saber distinguir y nombrar con precisión lo que sentimos en un determinado momento, detallar y matizarlo más allá de las emociones básicas (bien-mal, triste-feliz, nervioso-tranquilo) es lo que se conoce como granularidad emocional, que ayuda a nuestro cerebro a generar sentimientos más específicos y dosificados, lo que deriva en una reacción más adaptada a una situación y a la respuesta emocional que nos provoca.
¿Y qué pasa con los animales, tienen emociones? La verdad es que sí, los animales son seres sintientes, lo que quiere decir que pueden experimentar emociones como el sufrimiento, la ansiedad o la depresión. Esta capacidad involucra no solo la capacidad de tener dolor y emociones, sino también la conciencia y la capacidad cognitiva.
Las emociones básicas para algunos son 7 y para otros 12, pero existe relativo consenso de que las universales son: sorpresa, tristeza, desprecio, miedo, ira, alegría y asco. Tienen por propósito ayudarnos a los seres humanos y animales a sobrevivir, dirigir nuestra conducta y favorecer la relación de los unos con los otros. Es decir, fortalecen el vínculo, condición fundamental al momento de compartir nuestra vida con un animal.
Debemos trabajar para lograr ver y entender el mundo de la forma como ellos lo hacen. Es así como cuando los observamos fijamente y nos conectamos, somos capaces de interpretar perfectamente sus gestos faciales para reconocer lo que están sintiendo.
¡Las emociones son contagiosas! Eso quiere decir que, si nosotros andamos de buen humor e irradiamos alegría, es muy probable que nuestro peludo también actúe positivamente, no obstante, si por el contrario hemos tenido un mal día, de seguro tu perro o gato se acercará a ti para acostarse a tu lado y acompañarte en silencio.
¿Cómo podemos saber si mi perro es emocionalmente equilibrado? Así como ocurre con nosotros, habrá perros y gatos que son más extrovertidos o introvertidos, amistosos y tímidos, impulsivos y reflexivos, y sea cual sea el caso, debemos preocuparnos de cuáles son sus capacidades, limitaciones e intereses para sacar lo mejor de ellos para convivir en armonía.
Un perro bien equilibrado emocionalmente se muestra motivado a explorar nuevos entornos; es capaz de socializar con seguridad e interactuar favorablemente con personas y animales; generalmente tiene más capacidad de concentrarse en actividades de trabajo o lúdicas. Por otro lado, un gato bien equilibrado emocionalmente se comportará de acuerdo con la etapa de vida en la que se encuentre. Los gatitos serán más curiosos y juguetones y, por otro lado, los adultos serán más sedentarios y dormilones; disfrutan del contacto con su familia. Sin embargo, no debemos olvidar que los gatos son quienes, la mayor parte del tiempo, deciden cuando interactúan con nosotros y cuando dejan de hacerlo.
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